A esta hora
es difícil no tocar las tangentes
y evitar la cara de cínico
cuando llega el alba
y todos se levantan
con sus legañas y
yo me quedo solo
más que solo, sólo.
Y sólo con cara de tonto,
un poco pasado a ti
y al colchón
que hacía de nido
(y cloaca)
debajo del cholguán.
Por suerte alguien
llegó hablando
de una pelea de mininos
y aullidos del demonio.
También es difícil
esquivar la ye
cuando se piensa
en el polvo de anoche.